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Marat-Sade | El Teatro A Fogonazos

Naves del Español en Matadero / Sala Fernando Arrabal. Madrid.

Febrero 2021

 

El texto de Weiss es la culminación de ese teatro épico Piscatoriano-Brechtiano que cuenta cosas serias a través de un musical cabaretero. Una mezcla prometedora que quiere al público dentro de la escena, haciéndose preguntas y divirtíendose a la vez. Un sueño en toda regla para cualquiera que se dedique al teatro.



Por otro lado es difícil aliviarse del peso de la propuesta de Peter Brook de finales de los años 60 del siglo XX,. Por muchas razones que no vienen al caso. Pero sobre todo porque Brook tenía claro qué quería contar y desde dónde partía.


En esta propuesta de Luis Luque es indudable el oficio de los actores, de la coreógrafa Sharon Fridman y de la encargada del aspecto de la obra Mónica Boromello. De hecho el número inicial de presentación es audaz y tiene mucha fuerza. La música de Luis Miguel Cobo es aquí donde más brilla. En lo inesperado. Y de vez en cuando esa fuerza inicial aparece en otros momentos de la obra. La energía puesta en juego por las actrices y los actores hace que esos momentos aparezcan aquí y allá a lo largo de los 90 minutos que dura la obra. Son fogonazos. Tal vez buenos fogonazos. Pero fogonazos.


Me faltaba algo, y tras mucho pensar en ello, entendí que me faltaban dos cosas: los personajes a través del trabajo de los intérpretes por un lado; por otro, la historia. Es decir, faltaba el teatro como puesta en escena de un conflicto. Pero, ¿cuál es el conflicto en Marat-Sade? Es la historia de una representación teatral en un manicomio, o teatro dentro del teatro. Los dos únicos personajes que no hacen un papel dentro de esa representación son Sade y el director del manicomio. El resto, incluído Marat, son internos asediados por la enfermedad. Sade quiere hacer una obra ... ¿para qué, sin público? Tal vez quiere lo que él siempre quiere: voluptuosidad y teatro. El director del manicomio quiere demostrar que sus métodos son buenos, pero con decoro. Ese es el conflicto principal. Y para lograr su objetivo, Sade tiene que convencer a un elenco de enfermos mentales de que representen un papel. Otro hermoso conflicto. No vi casi nada de esto en la obra, excepto en momentos muy concretos y puntuales.



La obra está llena de excesos expresivos (uno de los más inquietantes y que más me sacaron de la obra fué la gesticulación casi de estereotipo que ponía en sus manos el actor que encarnaba a Marat). De nuevo, gesticulación desprovista de objetivo o causa. Es el paradigma del fogonazo. Y es normal, porque a las preguntas que construyen un personaje se respondió con fogonazos. ¿A Marat le pica la piel y eso genera una conducta constante y trabajada? ¿Marat es un enfermo mental intentando seguir las indicaciones de Sade? ¿Sade es un gozón irredimible, un hombre de excesos constantes? ¿Charlotte es una interna melancólica que hace de enamorada y por lo tanto se enfrenta a la tarea imposible de tener una vida a través de su personaje dirigida por un libertino salaz? ¿El director de la institución mental quiere la hacer la obra pero está muerto de miedo por las consecuencias del exceso de Sade? Todo esto no parecía tan importante como épater le bourgeois. Si tuviera que hacer una crítica, no sería a esta obra, sino a una constante en el teatro español actual: nos olvidamos de la obra en favor del fogonazo expresivo. Que la actriz tenga un aspecto impresionante aunque no se parezca al personaje. Que el actor sea imponente aunque su personaje no lo sea. Y al final la banalización como resultado es inevitable. Todo se llena de fogonazos, y la obra desaparece. Me costó saber qué quería contarnos el director. Me costó saber qué hacer con la propuesta, cómo interiorizarla. ¿Qué querría contar Weiss según Luis Luque? No me lo dijeron. A cambio, hubo algunos fogonazos divertidos, algunos efectos audiovisuales interesantes, una coreografía atractiva a ratos, y un elenco con mucho oficio y energía. Pero no hubo obra. Impresionar al burgués está bien, pero tiene que ser desde un fondo sólido.



Es de agradecer el oficio de los autores de la propuesta. Pero la visión general ... ¿Qué esconde Marat-Sade? En esta función no lo cuentan. Cuentan otras cosas, algunas brillantes. Pero esa, no.


PD: El público, en la línea habitual, ovación y vuelta al ruedo. De nuevo la amistad y la empatía por encima del juicio al resultado. Puede que sea mejor así, pero aún no me acostumbro.


 

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