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El Príncipe Constante | No Dejar Hoy Quehacer Para Mañana

Teatro de la Comedia. Marzo 2021.


"... este arte está en el cuerpo. Si lo físico se hace pequeño, el teatro se hace pequeño. Si se hace desaparecer, desaparece el teatro. Si se niega el cuerpo ... inevitablemente se niega el teatro."


No hay teatro. Busco, y busco, y no lo encuentro. He estado 120 minutos delante de un posible escenario, sobre el que hay posibles actrices y actores. Pero no hay teatro.


El teatro es cuerpo desde que es teatro. Su condición de posibilidad es la irrupción de un personaje - el arte de un@ o varios intérpretes - ante un@ o vari@s espectador@s. Y este arte está en el cuerpo. Si lo físico se hace pequeño, el teatro se hace pequeño. Si se hace desaparecer, desaparece el teatro. Si se niega el cuerpo ... inevitablemente se niega el teatro.


Entonces, ¿por qué he pasado 120 minutos bajo la ilusión colectiva de estar viendo una representación de El Príncipe Constante? Creo que es porque compré una entrada, fui a la sala en el día y hora anunciados, y me senté en mi butaca.


"Las manos de L. Homar y de J. Rodríguez temblaban a veces en sus brazos rígidos, caídos, inmóviles, como si quisieran romper un maleficio y ponerse a hacer cosas."

Pero lo que ocurrió luego me dejaba la sensación de que no había teatro: apagaron las luces, advirtieron lo de los móviles, y ... nada. Salieron un@s intérpretes, en su mayoría indistinguibles por la utilización de un vestuario con un rango tacaño de formas y colores. Y hablaron. Y siguieron hablando. Las manos de L. Homar y de J. Rodríguez temblaban a veces en sus brazos rígidos, caídos, inmóviles, como si quisieran romper un maleficio y ponerse a hacer cosas. No ocurrió. De nuevo ¿por qué?



Pensé que, tal vez, pudiera ser un homenaje a una posible sobriedad original en el propio Calderón y sus puestas en escena. Pero no. Cosme o Del Bianco ayudaron a Calderón a crear puestas en escena elaboradas y en algunos casos mágicas. Así que, en todo caso, lo que yo estaba viendo sería una negación de Calderón, nunca su reivindicación.


"Discutir con alguien abandonando el debate no es discutir, es huir. Proponer una técnica de la interpretación anulando al intérprete no es proponer. Es negar la propia técnica. Y, por ende, al intérprete."

Luego pensé que podría ser una forma de diálogo agónico/crítico con las puestas en escena anteriores; una confrontación con Goethe, Meyerhold, o Grotowski, por mencionar sólo algunos. Pero tampoco podía ser eso, porque es imposible debatir con alguien si tu propuesta está vacía. Discutir con alguien abandonando el debate no es discutir, es huir. Proponer una técnica de la interpretación anulando al intérprete no es proponer. Es negar la propia técnica. Y, por ende, al intérprete.



"... sin trabajo interpretativo todo esto queda, quizá, como algo hermoso; bello en su sencillez, tal vez; pero ... no es teatro."

Entonces, quizá se trataba de un intento de aplicar un concepto minimalista a El Príncipe Constante. Pero si la máxima-cliché del minimalismo es “menos es más”, hay algo que no ha funcionado, porque, aquí, menos es aún menos. El Minimalismo es una defensa de la metonimia, mediante la cual se generan mundos enteros a partir de una de sus partes más humildes. Pero tiene que haber parte. Y allí había una escenografía sobria. Había una propuesta de efectos sonoros cinematográficos en directo. Había una propuesta de vestuario, probablemente diseñado de forma maravillosa, pero muy parca. Y puede que eso, como fondo de un trabajo actoral, hubiera funcionado. Pero sin trabajo interpretativo todo esto queda, quizá, como algo hermoso; bello en su sencillez, tal vez; pero ... no es teatro.



Seguía buscando respuestas. Entonces busqué en la página de la CNTC y encontré una posible respuesta a todo lo anterior. El Plan Director actualizado no lo encontré, pero sí me di cuenta de que en el párrafo que define qué es la Compañía Nacional de Teatro Clásico, se ha utilizado el texto que define la Misión del Plan Director anterior:


“... es la institución de referencia en la recuperación, preservación, producción y difusión del patrimonio teatral anterior al siglo XX, con especial atención al Siglo de Oro y a la prosodia del verso clásico.”

"Lo esencial del teatro ... no puede ser la prosodia, a riesgo de que acabemos convirtiendo las representaciones teatrales en recitales poéticos ligeramente dramatizados."

El subrayado en prosodia es mío. Y es que puede que esta sea la clave. Tal vez lo que estaba en la mente del dramaturgista, o del director, fuera poner especial atención a la prosodia. Les pido encarecidamente que cambien esta definición. Lo esencial del teatro del Siglo de Oro, como del resto del teatro español o universal, no puede ser la prosodia, a riesgo de que acabemos convirtiendo las representaciones teatrales en recitales poéticos ligeramente dramatizados. Y acabemos sustituyendo la construcción de los personajes por entornos bellos.


Puede que el conflicto de El Príncipe constante tenga que ver con la negación del cuerpo. Tanto o más que con la glorificación del no-tan-nuevo humildísimo y soberbio héroe cristiano, opuesto a los descerebrados héroes clásicos de la Tragedia. Pero deben estar representados en toda su dificultad. De lo contrario, estamos dando por supuesto ese conflicto antes de presentarlo. Y así no hay teatro.


"... se dejó pasar una gran oportunidad. Todos esos medios, grandes intérpretes, propuestas elegantes ... merecen muchísimos más riesgos."

En este Príncipe Constante de la CNTC tuve, de nuevo, la sensación de que se dejó pasar una gran oportunidad. Todos esos medios, grandes intérpretes, propuestas elegantes ... merecen muchísimos más riesgos. Y menos prosodia. Es cierto que, si me quedo quieto, el riesgo es menor. Pero no es teatro. Meyerhold resumió esta crítica de forma magistral:


En relación con el teatro ... éste exige, ante todo, acción.”



 

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