Teatro Español, Plaza de Santa Ana. Hasta el 20 de marzo de 2022.
Madrid.
De: Eusebio Calonge.
Con: Gaspar Campuzano, Enrique Bustos, Francisco Sánchez.
Dirección: Paco de La Zaranda
"Si sigo ese impulso, lo único que tendría que decir es: vayan a ver La batalla de los ausentes, de La Zaranda - Teatro inestable de ninguna parte. Está en el Teatro Español, en la Plaza de Santa Ana, Madrid. En cartel hasta el 20 de marzo. "
Cuanto mejor es la obra que voy a ver, menos siento que sea necesario escribir sobre ella.
Si sigo ese impulso, lo único que tendría que decir es: vayan a ver La batalla de los ausentes, de La Zaranda - Teatro inestable de ninguna parte. Está en el Teatro Español, en la Plaza de Santa Ana, Madrid. En cartel hasta el 20 de marzo. Es el mejor consejo que puedo darles hoy y probablemente también el mejor que les pueda dar este año.
Pero no escribo sólo por necesidad. La escritura también sirve para otras cosas. Por ejemplo para dar consistencia a lo vivido, recrearlo y disfrutarlo de nuevo, aunque escribirlo nunca vuelva a ser lo mismo que vivirlo. Escribir es asumir esa pérdida con la esperanza de que esta vez la escritura supere en vivencia a la realidad. Y por eso, para revivir la representación que tanto disfruté, escribo.
La gesta de La Zaranda es tanto mayor cuanto más difícil es el reto que en mi imaginación se propone. Aunque hay muchas más, por una cuestión de espacio y de mesura menciono tan sólo tres contiendas dramáticas que contemplé en La batalla de los ausentes: Una, en el frente de la conquista del silencio. Otra, en el combate por crear una realidad distinta. Por último, la batalla final: generar una poética.
"representantes del arte olvidado, del teatro que siempre tiene en precario a quien más lo defiende, se dan a la tarea de no dejar caer en el olvido a los eternos olvidados."
Dar voz al silencio.
Uno de los propósitos explícitos de La Zaranda es dar voz a quien no la tiene. Es parte de un compromiso ético extrateatral. Es decir, es un compromiso personal con el mundo, lejos de clichés morales o políticos. Y este compromiso – asumido en La batalla de los ausentes - está personificado en unos veteranos de la guerra, (o debiera decir La Guerra porque son veteranos de todas las batallas imaginables). En mi cabeza resonaba en la lejanía the band played waltzing mathilda mientras el bravo soldado Schweijk se las ingeniaba para volver loco a todo y a todos. Y se produce el milagro sobre escena: representantes del arte olvidado, del teatro que siempre tiene en precario a quien más lo defiende, se dan a la tarea de no dejar caer en el olvido a los eternos olvidados. Que son los que pelean las batallas como carne de cañón, revelando una y otra vez lo inútil de la propia guerra, y el destino inexorable de quienes la pelean de verdad: el olvido. Me encantaría extenderme, porque disfruto muchísimo recordando la representación y dándole palabras que la fijan en mi piel, pero sólo debo decir esto: para saber algo más de la ausencia y de sus silencios, vean La Batalla de los Ausentes.
"Era verdad allí y en ese momento, una verdad distinta, fértil y desconocida. Era la verdad de la escena. Era Teatro."
Crear una realidad distinta.
un mundo actoral en el que la naturalidad rampante clama por sus conquistas mientras el dinerillo asoma por sus puños, exigiendo pleitesía a los intérpretes, La Zaranda busca alternativas. Decía antes que la gesta es mayor cuanto mayor es el reto. El reto era transitar por lugares que se van creando sobre la escena, en tiempo real, mientras personajes imposibles lo articulan. Obviamente en un extremo el peligro es que la verdad no aparezca. Obviamente es más fácil cuando no se pretende otra cosa que copiar la realidad periodística. Pero afortunadamente, lo obvio no es un asunto que ocupe a La Zaranda. Delante de nosotros apareció ese homenaje tan triste que no puede uno dejar de reír, ese submundo de guerras pasadas y presentes donde el enemigo es todo y todos, incluyendo los objetos que son una y otra vez una evolución del propio paisaje que van creando. Y ocurre el desplazamiento del imaginario guerrero, con su jerga y sus emblemas, hacia una guerra incruenta: la que muestra el absurdo de cualquier contienda.
Y era todo verdad. Pero no la verdad ramplona de lo conocido. Era verdad allí y en ese momento, una verdad distinta, fértil y desconocida. Era la verdad de la escena. Era Teatro. Me gusta pensar que crear esa verdad es la mejor forma de entender el tránsito – tan denostado por conveniencia - entre la utopía y la realidad. Y ese tránsito se está produciendo en La batalla de los ausentes. Vayan a verla para comprobar que la utopía es paradójicamente posible.
"La Zaranda, para los espectadores, es ante todo una Poética. "
Generar una poética.
Cualquier intento de definir “poética” está abocado al fracaso. Así es si por "definir" entendemos "agotar su sentido en un par de frases". Porque una poética es precisamente lo contrario de un saber definible, lo opuesto a un conocimiento pret a porter. Una poética es eso que rezuma una obra de arte que la hace irrepetible y completa. Es una forma de contar las cosas que no se puede contar. Es estilo propio, pero no sólo estilo propio. Es personalidad, pero no exclusivamente. Es lo que hace que una representación te envuelva y te meta en un mundo que ha cobrado verdad en escena y que da voz a lo que era mudo, y además lo hace de una forma irrepetible.
La poética de La Zaranda es rotunda y presente, y a la vez seductora. Es la parte visible para el público de lo que se quiere contar porque se debe contar. Es la aspiración de todo artista, y solo se obtiene a base de trabajo y experimentación y fe en una forma de hacer teatro. Y nunca está garantizada. Pera La Zaranda, en cada obra, la ofrece. La Zaranda, para los espectadores, es ante todo una Poética. Y de nuevo, para saber lo que es una poética sin necesidad de leer un tratado, vean La Batalla de los Ausentes.
"Y como he dicho antes, me fascina el proceso mediante el cual todas estas capacidades se combinan para dar lugar a algo que las supera más allá de toda dialéctica: la obra."
Aunque pueda parecer algo obsceno por lo que tiene de individualizante en una obra en la que lo individual se difumina, creo que es justo mencionar a esos otros ausentes que desaparecen ante la magnitud de lo creado: el trabajo de construcción de personajes que hicieron Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez fue minucioso y trabajado, con oficio y con pasión. La vuelta al formato original de La Zaranda me parece un acierto. El texto de Eusebio Calonge articula de forma magistral la obra, y deja los huecos precisos para que aparezca todo el teatro que hay en La Batalla de los Ausentes. Admiro la capacidad para llevarnos de un mundo a otro, y de hacer que - cuando parece que no hay más recorrido – siempre aparezca aún otro mundo más por descubrir. Me asombra esa habilidad para hacer que parezca fácil nunca perder el humor en medio de la profundidad de las pasiones humanas. Y como he dicho antes, me fascina el proceso mediante el cual todas estas capacidades se combinan para dar lugar a algo que las supera más allá de toda dialéctica: la obra.
"Calle entonces la palabra escrita, ese pharmakon sedante y engañoso, y aparezca lo ausente en toda su verdad. Vayan a ver La batalla de los ausentes."
Podría seguir indefinidamente porque ese goce inalcanzable de intentar recuperar en la escritura lo vivido me apasiona. Pero creo que a veces hay que callar para permitir que aparezca lo que debe aparecer. Calle entonces la palabra escrita, ese pharmakon sedante y engañoso, y aparezca lo ausente en toda su verdad. Vayan a ver La batalla de los ausentes.
Esta obra sigue en escena hasta el 20 de marzo de 2022. ¿Te gustaría verla?
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