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La Panadera | Más Allá de Romeo y Julieta

Teatro María Guerrero / Sala de la Princesa

Marzo 2021



En otras ocasiones las propuestas que he visto me han hecho dudar de cómo clasificar lo que veía. En este caso no. Era teatro.


La Panadera tiene todos los elementos necesarios para ser una buena obra: un texto dramático que presenta un conflicto actual, unos intérpretes con energía e intensidad en la escena, y un trabajo serio y dedicado. La representación rezumaba fe, y eso es de agradecer. En otras ocasiones las propuestas que he visto me han hecho dudar de cómo clasificar lo que veía. En este caso no. Era teatro. O lo que es lo mismo, la construcción de unos personajes en conflicto; o la construcción de un conflicto a través de unos personajes, que no es lo mismo, pero aquí y ahora, es igual.



Sandra Ferrús propone a través de su dirección, de su texto y de su interpretación ... ¿qué nos propone? Y aquí comienzan las dudas. Y lo agradezco, porque es lo que me motiva para escribir. Sería fácil centrar el conflicto en las consecuencias de la publicación de un vídeo de contenido sexual, y de ahí pasar a los peligros de la redes sociales, del deseo de figurar ... Pero eso no es lo que pasa en escena. Lo que estaba en juego allí era en qué consiste una convivencia voluntaria y qué ocurre cuando un hecho como el planteado la pone en cuestión. ¿El amor lo puede todo? E incluso, ¿qué tipo de amor lo puede todo? Supongamos que Romeo y Julieta sobreviven, y acaban viviendo juntos. ¿Qué pasa con ese amor después?



... la energía inagotable de Sandra Ferrús a veces se convierte en algunos excesos expresivos que atrofian al personaje y resaltan a la actriz.


Fiel a la forma de entender la interpretación, más allá del acierto inicial, me surgen algunas dudas más. ¿Por qué a veces me iba de la obra? Por un lado está la introducción de la sesión de sicoterapia. No la entiendo, y más allá de una excusa para traer recuerdos e información, no veo cómo afecta al conflicto principal. De hecho, sin ella tal vez hubiéramos podido asistir a una puesta en peligro aun mayor de la relación entre Aitor (Martxelo Rubio) y Concha (Sandra Ferrús). Además crea una pendiente peligrosa por la cual es fácil precipitarse del teatro al sicodrama. Por otro lado la energía inagotable de Sandra Ferrús a veces se convierte en algunos excesos expresivos que atrofian al personaje y resaltan a la actriz. Es de agradecer que el gran oficio de ésta haga que, cuando no sabe qué hacer, lo supla con una actitud enérgica. El paso a la creación de un personaje es el siguiente, pero no siempre se daba. También me resultó extraño el acento que trataba de ser rústico, especialmente en César Cambreiro haciendo del padre/abuelo/suegro Ramón. Consisitía en comerse algunas letras en algunas palabras. Quizá faltó algo de trabajo para conseguir ese habla verdaderamente popular. No necesariamente imitándolo (incluso mejor si no lo hacen), sino construyendo algo diferente y completo.


Creo que la aparición del vídeo como recurso escenográfico aún no ha alcanzado una integración plena. Y es normal, porque ¿cómo se incorpora al supuesto enemigo? En este caso no pasa de ser una forma de ambientación, decorativa, pero probablemente innecesaria. Nos falta investigar más – tal vez perderle el miedo -, y saber cómo se incorpora esa técnica en una escena de forma realmente significativa. No a La Panadera en concreto, sino a todos aquellos que intuimos que el vídeo debe pasar a ser un recurso poderoso en el teatro actual.



Disfruté de la obra, aceptando el reto que proponía, y dejándome llevar en muchas ocasiones por los personajes. Disfruté con la entrega y la energía de los intérpretes, y fue, en muchos sentidos buenos, teatro. Espero que Sandra Ferrús siga dando rienda suelta a su energía y su imaginación.


El público estuvo bien, sin influir en la obra, y dando a los intérpretes un merecido aplauso final, acorde a lo que habían propuesto y a cómo lo hicieron.




¡Esta obra termina este domingo 7 de marzo!

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