Las Naves del Español, Sala Fernando Arrabal. Hasta el 6 de marzo de 2022.
Madrid.
Reparto: Haizea Baiges, Carmen del Valle, José Tomé, Rafa Castejón, Patxi Pérez, Sacha Tomé, Victoria Salvador, David Soto Giganto.
Dirección y versión: Helena Pimenta y Álvaro Tato.
"Shakespeare, como todo inglés de su época que se preciara, era un pirata – en este caso dramático. Y atreverse con él exige conocer bien el código de honor de la piratería, pero sobre todo exige saber sortear a los sheriffs del orden establecido.""
Hay que ser valiente para atreverse con Shakespeare. En ese camino, hecho para bucaneros y corsos, pueden detenerte todo tipo de alguaciles dramáticos: la lejanía en el tiempo de la obra original, las tramas imposibles, el lenguaje isabelino y no sé cuántos más. Shakespeare, como todo inglés de su época que se preciara, era un pirata – en este caso dramático. Y atreverse con él exige conocer bien el código de honor de la piratería, pero sobre todo exige saber sortear a los sheriffs del orden establecido.
Luego también se puede ignorar todo lo anterior e intentar una puesta en escena que nos permita alejarnos de la batalla, o establecerla desde buques grandes y pesados, llenos de cañones tradicionales, con munición de gran calibre.
Pero si hacemos eso, el bajel shakespeariano, ligero y sutil, se habrá esfumado y nuestras balas no podrán alcanzarlo. Hay que hacerse pirata para combatir con un pirata.
Y Álvaro Tato y Helena Pimenta intentaron hacerse piratas. Pero no del todo. Una escenografía muy ecléctica permitió momentos muy brillantes, como el que transcurre en la celda de Malvolio y su conversación con el bufón, y algunos momentos que chocaban con esa figuración tan imaginativa, como la del barquito que intenta navegar sobre los paneles de la escenografía principal, éstos últimos enormemente condicionantes y muy poco bucaneriles. Había una enorme cualidad pictórica en esta parte de la propuesta que una y otra vez anulaba la construcción dramática, aunque visualmente fuera muy efectiva.
También contrastaron algunos momentos de actuación convincentes, como el de José Tomé-Sir Toby, y otros inverosímiles como el de José Tomé-Orsino, curiosamente hechos por el mismo actor. Y la necesidad de utilizar a Sacha Tomé-Sebastián por parecido físico, cuando no fue capaz de generar un personaje, lo cual contrastaba enormemente con el ímpetu algo aleatorio pero eficaz de su supuesto doble Haizea Baiges-Viola-Cesáreo.
"Por eso, la obra se transformó para mí en un ejercicio constante de entrar y salir a ese mundo de enredo y encuentros amorosos imposibles."
Por eso, la obra se transformó para mí en un ejercicio constante de entrar y salir a ese mundo de enredo y encuentros amorosos imposibles. Entraba cuando Rafa Castejón-Malvolio-Antonio se contenía y a la vez enloquecía, pero salía cuando el slap-stick de Sir Toby y Patxi Pérez-Sir Andrew se hacía excesivamente hacia el público, aunque esto fue desapareciendo para volverse más equilibrado a medida que avanzaba la obra. Entraba de nuevo con la conspiración defendida con oficio por parte de Victoria Salvador-María. Y entraba y salía alternativamente según Carmen del Valle-Olivia iba ganando o perdiendo batallas contra la intensidad y su reverso oscuro, la sobreactuación. Comentaba con mi acompañante al salir definitivamente (o sea, al final), lo difícil que es hacer un mundo verosímil con una obra de Shakespeare. Por todos esos alguaciles de los que escribía al principio de esta crónica. En Gran Bretaña, la Royal Shakespeare Company los esquiva a base de intensidades altísimas, algunos golpes de gracia, y movimientos claros y escenografías esquemáticas y sin pretensiones más allá de la de servir a la escena. No es el colmo de la vanguardia, pero es enormemente efectivo a la hora de hacer un planteamiento coherente que redunde en una realidad escénica verosímil. Es el camino de los herederos del Pirata, que están más dedicados a mantener el botín obtenido que a seguir surcando los mares en busca de otros tesoros. El otro camino, el del desafío, está por explorar aún. Nosotros nos quedamos a medias en esta producción, entre el conservadurismo del teatro efectista y los destellos abundantes de ingenio. Quisimos ser piratas, pero majetes. Y no funcionó del todo, aunque sí lo hizo a ratos.
"... Estuvimos al borde de una poética durante algunos ratos. Rozándola con los ojos en la ya mencionada escena de la celda, y muy alejados en el número final. Cuando no era así, al menos nos quedaba el ingenio del Agitalanza en sus textos, especialmente en el bufón Feste-David Soto. "
Estuvimos al borde de una poética durante algunos ratos. Rozándola con los ojos en la ya mencionada escena de la celda, y muy alejados en el número final. Cuando no era así, al menos nos quedaba el ingenio del Agitalanza en sus textos, especialmente en el bufón Feste-David Soto, que me alegró la velada más que ningun@. Lástima, a ese respecto, que el bufón sólo abufonara la voz y la intensidad, porque uno no nace guapo y bienpeinao para acabar de bufón. O sea, a mí me hubiera gustado algo de transformación física, y lo digo porque era algo obviamente al alcance de su talento, y quizá hubiera profundizado en ese personaje aparentemente tonto y normalmente algo contrahecho que esconde dentro un tesoro, y es, por tanto, una contradicción con patas. Y ahora que lo pienso, esta ha sido la señal de la obra. Más transformación hubiera abierto un camino más interesante. Es decir, algo más de riesgo hubiera resultado en un verdadero asalto al reino del Gran Pirata y el botín consiguiente. Seguiremos navegando.
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