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CIORÁN, Sólo para 7 ... y mi madre | Hacer Ciorán, o el instante eterno.


Escuela de teatro Jorge Eines.

Mayo 2022.


"Expresar ... hablar de lo ciego, de lo roto, dar voz a lo que no puede tenerla, nombrar lo inmencionable."

F. Savater, de Ciorán.


"Si CIORÁN, Sólo para 7 ... y mi madre me ha llegado así, la obra ha sido un éxito. En el mejor de los sentidos de la palabra éxito: ha pasado al archivo eterno de la huella expresiva."


Reverberan en las paredes mate de la sala los últimos instantes de CIORÁN, sólo para 7 ... y mi madre. Cierro los ojos saboreando los últimos destellos. Alguien niega el final aplaudiendo. Luego llega la carrera para ver quién tiene más largo el aplauso. No compito. Yo no quiero perderme esa sublimación que transforma lo actuado en espíritu, e intento no oír. Cierro los ojos; y con los ojos cerrados y ese Ciorán bien hecho en la retina pienso que amo profundamente ese silencio entre la última acción de la obra y el primer gesto de civilización adiestrada que coge cuerpo en un aplauso. En ese silencio está la obra, y en ese instante la eternidad a la que está accediendo. Cada obra es un canto del cisne. Una glorificación de lo efímero y una reivindicación de su solidez instantánea y por lo tanto, precaria y eterna a la vez.


Si Ciorán me ha llegado así, la obra ha sido un éxito. En el mejor de los sentidos de la palabra éxito: ha pasado al archivo eterno de la huella expresiva. El límite ha ejercido su magia: la exploración de Carlos Bolívar ha acabado en hallazgo. Hay teatro. Hay Teatro.


"El límite ha ejercido su magia: la exploración de Carlos Bolívar ha acabado en hallazgo. Hay teatro. Hay Teatro."

Hay dos tipos de producción artística. Una, la que elabora sobre lo conocido y busca el triunfo en lo seguro. Otra, la que busca en el límite de la expresión, caiga quien caiga, incluso aunque sea uno mismo el que corra el riesgo de caer. La primera crea escuelas artísticas, ideología, teoría y práctica en forma de recetas. La segunda se echa a caminar por donde no hay camino, ignorando lo aceptable, y arriesgando hasta que las palabras cobran dimensión de vida, de sentido y por lo tanto de Acción ... Esta última es a la que pertenece CIORÁN, sólo para 7 ... y mi madre.

"La segunda se echa a caminar por donde no hay camino, ignorando lo aceptable, y arriesga hasta que las palabras cobran dimensión de vida, de sentido y por lo tanto de Acción ... Esta última es a la que pertenece CIORÁN, sólo para 7 ... y mi madre."

Cualquiera que sepa leer puede leer a Ciorán. Much@s de ell@s pueden entenderlo. Algun@s pueden incluso superar el lugar común de un supuesto existencialismo de revista del corazón filosófico y ahondar en su pensamiento con palabras y gestos conceptuales. Pero eso les aleja del límite expresivo. Leer, entender, superar ... todo forma parte del desarrollo expresivo común que acumula sobre lo conocido. Y se hace tautología. Se expresa a sí mismo, mostrenco. Alejado de todo riesgo. Y por eso Ciorán explicado, hablado o razonado, no es Ciorán. Lo perdemos en el momento en que lo decimos.


"... es que a Ciorán no hay que leerlo o entenderlo. A Ciorán hay que hacerlo."

Yo abandoné a Ciorán por ésto. Es decir, por inocuo. Hasta que vino Carlos Bolívar y me lo explicó en su obra: “... es que a Ciorán no hay que leerlo o entenderlo. A Ciorán hay que hacerlo”. Y no lo dijo con palabras, sino con Teatro. Es decir, lo dijo haciéndolo. Teatro, con T grande. Con Teatro del límite. Con Teatro del riesgo.


Un comienzo sublime con la esencia de ese personaje puesta en el cuerpo (pues Ciorán ya es personaje desde el principio) pone delante la primera transformación: la conciencia de sí solo puede acabar en frustración y enfado, aunque sin ella no seamos nada. Un espejo, un maldito espejo, un espejo odiado que somos nosotros, y del que no nos podemos deshacer, porque si nos deshacemos del espejo ... ¿quién odia? ¿quién olvida? Y a partir de ahí que desfile y se muestre ante nosotros esa parada de retazos de realidad dolorosamente (y gozosa en el dolor) consciente. Que cobren vida, aunque duela. Que quede delante con ese niño petrificado, recuerdo del recuerdo del recuerdo. Y ábrase espacio a partir de él para todo lo que se convoca después. Aparezcan pantocrátores del pimiento, flores mansas, susurros encapsulados ... y hágase el mundo.

"Que cobren vida, aunque duela. ... Aparezcan pantocrátores del pimiento, flores mansas, susurros encapsulados ... y hágase el mundo."

Quien quiera saber qué es hacer a Ciorán - y creánme que deberían querer - tiene que averigüar primero cómo y dónde verlo. Y de todo lo que tiene que ver con esta obra, eso es lo único difícil. Todo lo demás, lo puramente representativo, fluyó con el descaro que caracteriza a las obras de Carlos, buscando el límite de lo teatral en lo performativo y vice-versa. Saltando por encima y reptando debajo de las convenciones, incluidas las convenciones que quieren sustituir a otras criticando las convenciones. CIORÁN, sólo para 7 ... y mi madre es una cuerda floja afilada, en la cual lo convencional no asoma porque en cuanto quisiera hacerlo tendría que dejar de serlo para poder sostenerse en ese espacio lleno de marcas imposibles pero presentes: un detrás ausente por lo grave y lleno de objetos alineados, que se convierte en un delante presente y que adquiere lugar propio; y cuyos objetos-habitantes generan un mundo a través del trabajo demiúrgico-performativo de Carlos Bolívar. En su trabajo, el autor generosamente elabora un manual práctico - aunque inimitable afortunadamente, porque eso espolea el deseo de la construcción propia - sobre cómo construir sentido.

"En su trabajo, el autor generosamente elabora un manual práctico ... sobre cómo construir sentido."

Si tienen la suerte de averiguar dónde y cuándo se representa, y ven CIORÁN, Sólo para 7 ... y mi madre, déjense ir. Hagan el viaje con Carlos y verán que Ciorán es mucho más interesante hecho que leído. Bien hecho, ni mucho ni poco, de acuerdo a las recetas de la alquimia teatral de Carlos Bolívar. Y cuando acabe la obra, cierren los ojos y resistan durante algún segundo el impulso de aplaudir, de reinterpretar o de transformar en palabras lo visto. El Existencialismo comienza ahí.

"Bien hecho, ni mucho ni poco, de acuerdo a las recetas de la alquimia teatral de Carlos Bolívar. ... El Existencialismo comienza ahí."


 

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